16 de Abr, 2023 . ¿Será posible que lo que llamamos ?enfermedad mental? sea una consecuencia directa de los cambios que se producen en el cuerpo como consecuencia del trauma y el estrés crónico? ¿Podríamos estar enfocando el tratamiento en el área equivocada? ¿Podría ser una alternativa más adecuada y segura tratar, además de prevenir, los aspectos previos del estrés crónico, en lugar de sus resultados posteriores? Si es así, ¿cómo serían estos tratamientos?
Si nos enfrentamos a un oso, el sistema nervioso simpático (SNS) se activa mediante la liberación de epinefrina, norepinefrina y cortisol. Esto nos permite inmediatamente luchar, correr (huir) o congelarnos. Nuestra frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria y presión arterial aumentan, el flujo sanguíneo se redirige desde áreas no esenciales como la piel y el sistema gastrointestinal y se dirige a los músculos, aumenta la memoria a corto plazo y las pupilas se dilatan.
El estrés cotidiano, ya sea externo (laboral, financiero, traumas, mala relación, etc.) o interno (pensamiento excesivo, catastrofismo, negatividad), tiene como resultado la misma activación del SNS. La única diferencia es que el estrés no desaparece, ni tampoco los productos químicos.
El número de estadounidenses que reportan estrés va en aumento. En una encuesta de 2022, más del 87 % de los estadounidenses informaron estar estresados por diferentes motivos. El costo de vida cada vez mayor, navegar por el equilibrio entre el trabajo y la vida, el estado de nuestros sistemas de educación y atención médica, atender nuestras propias relaciones personales y trabajar con nuestros propios pensamientos autodestructivos son algunos ejemplos de factores estresantes que enfrentan los estadounidenses en la actualidad. El estrés crónico está asociado con un eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal (HPA) desregulado, lo que puede provocar reacciones de mala adaptación que incluyen presión arterial elevada, enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular, baja calidad del sueño y úlceras estomacales. También
La inflamación crónica puede provocar una multitud de signos y síntomas, que incluyen dolor corporal, artralgia, mialgia, fatiga crónica, insomnio, depresión, ansiedad, otros trastornos del estado de ánimo, estreñimiento, diarrea, reflujo ácido, aumento o pérdida de peso e infecciones frecuentes. Desde la aparición de la COVID-19 que afectó al mundo en 2020, las tasas de trastornos de salud mental, específicamente la ansiedad y los trastornos depresivos, han aumentado drásticamente. Según la Organización Mundial de la Salud, en los primeros años de la pandemia, la ansiedad y la depresión aumentaron un 25%. Además del aislamiento social que provocó la pandemia, otro posible impacto del COVID-19 que podría causar o empeorar la ?enfermedad mental? es la inflamación.
Según un estudio, después de una infección respiratoria por COVID-19, entre el 20 y el 70 % de los pacientes que presentaron síntomas posteriores al virus, como anosmia, déficit cognitivo y de atención, confusión mental, fatiga, ansiedad de nueva aparición, depresión, psicosis, convulsiones, y comportamiento suicida, continúan teniendo estos síntomas incluso meses después de que la enfermedad se haya resuelto. Los investigadores señalan que los medicamentos tradicionales que se usan hoy en día para tratar la depresión y la ansiedad, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), no suelen ayudar a este subgrupo de pacientes. ¿Por qué es esto?
Según los Institutos Nacionales de Salud, esto es el resultado de células inmunitarias hiperactivas que liberan altos niveles de sustancias inflamatorias, el sistema inmunitario produce autoanticuerpos que atacan los propios órganos y tejidos de una persona y el virus vuelve a activarse.
Con todos los cambios patológicos que ocurren en todo nuestro cuerpo como resultado del estrés crónico junto con el aumento dramático en el estrés informado, no es de extrañar que la incidencia de múltiples enfermedades crónicas continúe aumentando, incluyendo diabetes, trastornos autoinmunes, enfermedades cardiovasculares, y ?enfermedad mental?. La inflamación generalizada que se produce como resultado no omite ningún sistema corporal. ¿Podrían los cambios sutiles en los marcadores inflamatorios, hormonales y de cortisol ser un signo medible de estas ramificaciones?
Aunque se necesita más investigación en esta área, ya se han realizado bastantes estudios sobre posibles soluciones al dilema del estrés crónico. La mayoría de ellos son no farmacológicos. Comer sano, aprender a administrar el tiempo, establecer metas y límites realistas, dormir más, hacer ejercicio, aprender y practicar la atención plena, desarrollar habilidades para reducir el estrés y la respiración diafragmática son algunos de los muchos métodos no farmacológicos que se han investigado como posibles intervenciones para reducir la efectos adversos del estrés crónico.
Con respecto a las terapias farmacológicas, se han realizado pocos estudios. Los que se han centrado en la inflamación generalizada causada por el estrés crónico. Algunos estudios han encontrado que a los pacientes con depresión y ansiedad les ayudan los medicamentos antiinflamatorios, las dietas antiinflamatorias y los suplementos nutricionales que han sido diseñados para reducir la inflamación.
Con las demandas cada vez mayores de la sociedad actual, que generan estrés crónico y, posteriormente, enfermedades crónicas, incluidas las "enfermedades mentales", es de suma urgencia que el tratamiento comience, no termine, con la prevención y el manejo del estrés, así como el tratamiento. de las ramificaciones biológicas del estrés crónico.
Mad in America alberga blogs de un grupo diverso de escritores. Estas publicaciones están diseñadas para servir como un foro público para una discusión, en términos generales, sobre la psiquiatría y sus tratamientos. Las opiniones expresadas son propias de los escritores.
Ver y consultar a centros
