Cuando se derrite continúa una conversación importante con patetismo inquebrantable
Adolescencia y sexualidad Misexologo
26 de Ene, 2023 . Centrándose en Eva, una reclusa emocional separada durante mucho tiempo de sus padres negligentes (y pronto lo estará de su hermana, que se está mudando), se encuentra a sí misma como el epítome de la soledad. Ya profundamente frágil, una publicación en las redes sociales que anuncia la celebración conmemorativa de una amiga de la infancia fallecida hace mucho tiempo la lleva al límite, recordando su suspicaz yo de 13 años y el verano que distorsionó para siempre su vida, firmemente arraigada en una amistad con dos niños mayores, donde un juego de acertijos lascivos que el trío jugó contra las niñas locales tomó un giro espantoso.
Cambiando entre su presente austero y su pasado colorido, se obtienen trágicas revelaciones en el camino hacia el regreso de Eva a su pueblo natal y su confrontación final con los momentos y las personas que arrojan una nube oscura e insondable sobre ella.
Aunque los reinos temáticos de la adolescencia femenina, la sexualidad naciente, los conflictos familiares y el trauma generacional han sido bien explorados, el pincel cinematográfico de Baetens los pinta con un matiz fresco, colocándolo en un raro espacio entre la provocación cruda y la calidez vigorizante. Con esta dicotomía puenteada, los personajes se vuelven tridimensionales, ya que sus decisiones y acciones defectuosas se capturan con una lente abierta que nunca los juzga, solo los entornos sociales que fomentan y permiten que se desarrolle tal tragedia. Es un retrato claramente matizado que es a la vez profundamente personal y totalmente universal, que abrasa al público con los toques más tiernos.
Aunque When It Melts es una "película de mensajes" de principio a fin, está impulsada por una fuerza no didáctica distinta, comunicando su tenor únicamente a través de un profundo patetismo y un drama agudamente observador.
El trabajo de cámara de mano Dogma-Esque se deleita en un sentido palpable de inmediatez cruda, con su inestabilidad haciéndose eco del mundo frágil y mercurial en el que vive Eva y lucha por fortalecer. Atrapándola en una cascada constante de primeros planos incómodos, el público queda encerrado en una perspectiva proximal, obligado a descansar dolorosamente sobre la angustia y el tormento que inunda el rostro de la protagonista.
La edición solemnemente rítmica se realiza a sí misma como una corriente de conciencia, atravesando minuciosamente tanto el pasado como el presente para reconstruir una existencia que nunca será completa. Mientras respiraciones estremecidas, baños escalofriantemente silenciosos y reliquias dolorosas transportan al espectador a través del tiempo, se logra un hábil equilibrio entre las dos líneas de tiempo. Cimentando una sutil manifestación sónica y visual de una infancia reprimida y una posterior adultez reprimida que son tan diferentes como sorprendentemente similares.
Las dos actuaciones centrales realzan este efecto, ya que tanto la iteración mayor (Charlotte De Bruyne) como la más joven (Rosa Marchant) de Eva tienen un inmenso peso emocional, aprovechando una vena performativa que las consolida como dos mitades de un todo mayor y fracturado. Aunque nunca comparten la pantalla juntos, los dos actos subsisten y se fortalecen mutuamente, dando fuerza a sus arcos interconectados. Un efecto que Richard Linklater tardó 12 años en lograr en Boyhood, se captura en dos actuaciones dinámicas e interdependientes.
Con tanta confianza en exhibición, se vuelve mucho más evidente cuando Baetens opta por la elección técnica segura. Sus poderosos y ensordecedores momentos de silencio son, a veces, socavados por canciones pop tonalmente confusas y aguijones musicales que colocan la película en el precipicio de la manipulación emocional. Sin embargo, a medida que las fichas de dominó continúan avanzando hacia el clímax final desgarrador, cualquier noción de precaución se borra de inmediato. Con las imágenes finales persistentes grabándose en las mentes de los espectadores más canosos.
Para muchos, la conclusión de When It melts se sentirá como un ejercicio poco elegante de desesperación y melancolía, pero su final infeliz es uno que se merece por completo. Blandiendo una nueva forma de catarsis, el debut inquebrantable de Baetens captura un dolor inmortal con un compromiso inquebrantable, detallando una tragedia que continúa enconándose en las mentes de aquellos que nunca tuvieron la oportunidad de ventilarla.
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